sábado, 19 de febrero de 2011

También recojo como la tía a punto de pasarse de moda el remanente de falda que a la vez que le dificulta bajar las escaleras le facilita por mona la justificación para estar en el mundo la descripción que hace Edmund Wilson de una fiesta en casa de los Fitzgerald que he leído hoy. Esta fiesta que contaba era de cuando ya había ido a quinientas fiestas y no le hacían tanta gracia, y les ve las pegas, pero no sólo las pegas sino también la característica propia, que en el caso de los Fitzgerald era que a fiesta cumplida, lío montado. Grosa elipsoide que describe cosas que todos vosotros conocéis de memoria para llegar a malestar de Scott que para compensar dos borderías de su mujer decide, a las cuatro de la mañana, hacerles una simpática broma a unos amigos suyos alojados en su casa. La broma consiste en que Francis Scott Fitzgerald se cuela en la habitación de sus invitados disfrazado de fantasma, con una sábana, pero como va fumando y los dormidos se asustan algo se prende y ya me he cansado.

Detrás de la puerta estás tú (ángel o demonio qué importa)

Hay un cuento de Somerset Maugham que transcurre en un lugar de veraneo de la Costa Azul, pues Niza o así, y son una pareja de malabaristas o a lo que caiga, as seen through the eyes of an English compatriot, un compatriota inglés, como todos los
compatriotas
. Esto da igual y es para rellenar. El asunto, cuando avanza, explica que la chica de la pareja se asusta entre número y número. Creo que hacen un número de lanzamiento de cuchillos, aunque mientras venía por la calle pensando en todos los asombrosos símiles del mundo me venía mejor que hiciesen un número de rascacielos y funambulismo, pero para eso no haber salido de América a comer ostras en Francia. Ella se asusta y ya no quiere actuar. Entonces veo, me viene a la no tan perdida mente, que son novios y ella ya no se fía y cree que la otra mitad le va a clavar el cuchillo, y le entra un o EL ataque de nervios y no es que se niegue, es que negarse en Niza es beberse veintiocho pernods, y luego afirmar sísísí como en Gibraltar, pero más bien pensaba en la funambulista que cruza un vacío sin fe ninguna en poder aguantarlo y sólo si no piensa en que depende de la mirada de los demás podra cruzarlo sin caer. Todo este fraserío es una metáfora del dinero.