jueves, 20 de agosto de 2009

H. B. canta a H.B.

Un recuerdo para Hildegard Behrens





Aquí tenemos a Hildegard Behrens, H.B., cantando la villanela de las Nuits d'été de Hector Berlioz, H.B.. La letra es de Théophile Gautier, y dice esto.

sábado, 15 de agosto de 2009

La alcancía del corazón

Me dirigía hacia la calle Calatrava y al doblar la esquina de Toledo con la plaza de la Cebada...



...han demolido la piscina de La Latina. Me parece que el siguiente paso es tirar el mercado, que a mí siempre me ha recordado a la iglesia de San Cataldo de Palermo:



Da pena que vayan desapareciendo los edificios que uno reconocía. Con la situación económica y la edad que ya vamos teniendo, últimamente han desaparecido muchos negocios que nos gustaban y que considerábamos más permanentes que nosotros. El mercado de La Cebada a punto de desaparecer sustituyó a finales de los 50 o principios de los 60 al edificio antiguo de hierro forjado que debía de ser bastante más liviano y bonito, en un sentido tradicional. La misma melancolía que me embarga a mí al pensar que van a tirar el actual debió de oscurecer las frentes y los pechos de las personas que vieron tirar el anterior, y me imagino que pasará lo mismo cuando el próximo edificio, aún no erigido, sea a su vez derrumbado y sustituido. Pero a mí me gusta el que conozco.

Dado que la celebración de la Paloma ha resultado nostálgica, diré que echo de menos las moneditas que se metían constantemente en una hucha luminosa en el Paseo de Recoletos. Lo que amamos de las ciudades lo llevamos en la alcancía del corazón.

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Aquí copio unos párrafos del capítulo Picapedreros de La Almudena, del libro de Gómez de la Serna Nostalgias de Madrid -escrito en Buenos Aires y publicado a mediados de los 50-, en el que encontraremos no sólo la nostalgia y la conciencia del paso del tiempo que hemos mencionado antes, sino también el gran tema madrileño: la obra.

Al saber que las obras de la nueva catedral de Madrid avanzan con un ritmo más acelerado, me acuerdo de los picapedreros que picapedrearon mi segunda infancia, pues viví enfrente de la explanada en que los hombres del martillo y el escoplo picaban los grandes bloques de piedra con isócrona persistencia.

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"Cuando llegue a joven -me decía yo- podré entrar en la catedral concluida, con sus lámparas encendidas, con sus impresionantes vitrales, con los incensarios bufando fuego y humo"; pero pasó la primera juventud, la segunda, toda la madurez y llegué a la edad que evita decir su nombre, sin poder entrar en las grandes naves soñadas.

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Pero más bonito es pensar que si volviera a nacer, otra vez en 1965 o 90, volvería a oír en la primera infancia el escoplar la piedra de los picapedreros continuando la obra de la nueva catedral.


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Aquí, un artículo sobre mercados madrileños en un blog muy interesante.

Y fotos.

sábado, 8 de agosto de 2009

Los alucinados #2: Poetas agostados, sures liberadores y lobos esteparios entre chicharras

Esta vaga serie que titulo Los alucinados merodea junto a los que padecen (¡o gozan!) las alucinaciones de las altas temperaturas. Un alucinado va por el mundo como fuera del mundo, lo reconocemos perfectamente en sus reacciones, que rompen la cadena esperable de los hechos, el collar, heredado a través de las generaciones, de las perlas de la causa y el efecto. Pero no nos dejemos llevar por el desmayado (a causa de la calorina) entusiasmo de avistar la punta del iceberg este raro que se mantiene a pesar de los cuarenta grados: es más interesante y menos avistable el proceso interno del alucinado. El calor nos exige un ahorro de energía, o más bien es que no exige que pongamos en marcha la compleja maquinaria de las deducciones que se necesitan al norte para no quedarse uno congelado mientras busca la conclusión que una sus ideas con sus percepciones. Es decir, es cantar, que vamos a hacer unas asociaciones de ideas en lugar de entregarnos a las laboriosas deducciones, propias de temperamentos más atemperados o directamente frioleros.

Calor nos lleva a sur,

pero no son los septentrionales los únicos que dudan:



No lo hace por tener más carisma y sintomático misterio, pero el alucinado lleva las gafas que le hacen ver el mundo desnudo, es decir, como metáfora de sí mismo, y es natural que, con esas imágenes delante, diga cosas raras, que parecen delirios, o delirios. Oh, delirios. Aunque tampoco yo consigo decidir si lleva las gafas o se las ha quitado.

Esta semana, si somos de los que cuentan desde la segunda feira, empezó el 3 de agosto, día en que se cumplían treinta años de la muerte de Ánguelos Terzakis, cuya novela Viaje con Venus leí hace poco. Qué novela extraña y delicada, que es como si Hermann Hesse hubiera escrito a la sombra de una higuera, como un Demian jaleado por las chicharras griegas.

El día siguiente, que era martes, como la semana no es una alucinada y respeta las consecuciones, fue 4 de agosto, oh, como la editorial que arroja el mes a la clandestinidad:



Pero estábamos con el sur. Aquí este hombre, que acaba de cruzar la frontera no sin antes dejarnos unos collares, robados o ganados a las cartas, no heredados, y de hermosas piedras irregulares, nos dice que el sur es un sitio where a man can be free (donde un hombre puede ser libre):



¿No queremos nosotros ser libres? Sur, calor, alucinación, intuición.