Pues nada, monadas, de vuelta en mi polvorienta a fuer de biblificada madriguera rápidamente pude localizar el cuento de Pereira cuyo final recordaba. Se titula El oculista, y yo lo tengo en un libro editado por la Junta de Castilla y León.
Efectivamente, en él se cuenta la historia de un prestigioso oculista y un paciente mexicano con una hermosa esposa, pero dejémonos de tramitas, lo que nos interesaba era el final:
Cuando salí de la casona del oculista, las calles eran pozos de sombra pero aún había sol en las torres de la catedral, todo estaba de lo más literario en la ciudad de A***. Pero dejémonos de subterfugios, estamos hablando de Astorga.
¿Se le ocurriría ese final precisamente por haber utilizado como único adjetivo la palabra literario? ¿Le sugirió ese adjetivo, impuesto a su vez por el aspecto literario de la ciudad de A*** en ese momento, la posibilidad de un final tan literario? Dice el autor en el prólogo:
Al cuento que llamo El oculista le acabo de poner el punto final. Escribo a mano, en hojas de ese tamaño normalizado que llaman dina cuatro (creo que es DIN-A-4). Luego lo paso a máquina yo mismo, y es un acto genuino del proceso de creación, porque al teclear voy recomponiendo el texto.
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"...y yo lo tengo en un libro editado por la Junta de Castilla y León."
ResponderEliminarAjá, eso explica el súbito interés del narrador por la ciudad de Astorga. Es un caso claro de product placement.
De todas formas, se demuestra así la necesidad de que exista la Junta de Castilla y León. En Mongolia exterior, por ejemplo, Pereira no hubiera podido publicar el libro.
Un corte limpio que deja una definida cicatriz, en lugar de agostar Astorga.
ResponderEliminarPor cierto: mola que el enlace de Castilla y León conduzca a Castilla-La Mancha. Pequeñas y divertidas sorpresas que se agradecen con una sonrisa frente a la pantalla.
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