
Anila, tacaño, dame mona y no cardo o draconiano, mema doña Catalina.
En este caso descubrimos que el rey Anila, dados su egoísmo, su racanería y su tendencia a ofrecer cosas que pinchan o hacen daño cuando se le pedía un favor en forma de animal que haga compañía, no ha conseguido librarse de la cadena de las reencarnaciones y se ha visto otra vez en el mundo en la persona de Catalina II, a la que se impreca para que no sea tan tonta como su encarnación anterior.
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