jueves, 6 de noviembre de 2008

Semana napolitana en el Auditorio Nacional

Esto me parece espantoso




O sea, la canción popular con orquestón. Estoy pensando en esto porque estamos en la semana napolitana en el Auditorio Nacional, y ayer fui a ver a Consiglia Licciardi. La acompañaban dos guitarras y una mandolina, y aunque para mi brutto gusto la canción napolitana es más emocionante con una voz menos sofisticada, el concierto me gustó mucho. Y al final asistimos a una cosa asombrosa.

A la misma hora que el concierto, el Real Madrid jugaba en el Bernabéu. No creo que la poca gente que había en la sala se hubiera triplicado de no darse esta coincidencia, ni aun teniendo en cuenta que el equipo rival era italiano, pero lo menciono porque me sirve para decir que éramos muy pocos. La Licciardi me pareció un poco tiesa al principio, como si no se creyera del todo los movimientos que hacía con los brazos, etcétera. A medida que iba "desgranando" (lo siento) las canciones del programa parecía ir soltándose, y el público también se animaba un poco más. Aunque insisto en que en estos casos normalmente prefiero una voz más plana, a mí cada vez me gustaba más, o la iba comprendiendo mejor, aunque no dejé de tener la sensación de que la voz estaba muy por encima del sentimiento que podía inspirar unos movimientos tan bruscos. Si cantas tan bien, ¿cómo es posible que parezca que no te crees lo que dices?

Cómo me quedó claro, por revelación, evidentemente, que Consiglia Licciardi es lo que se conoce como "una verdadera artista".

Entonces empezó la última canción, que era 'O surdatto nnamurato



Al llegar al estribillo, Licciardi, ya en su colmo de la soltura, se confió. Y se pasó. Cuando toca cantar "Oje vita, oje vita mia...", desde el borde del escenario dirigió el micrófono hacia el público (era la sala de cámara), para que todos cantásemos, pero nosotros no éramos napolitanos y eso no era el estadio del Nápoles. No se oyó nada, lo cual fue un anticlímax terrorífico que llenó la sala de estupor y pánico. Ella siguió cantando pero sin micrófono era como un pajarillo y apenas se oía. Aguantó todo el estribillo sin volver a atraerse el micrófono, me imagino que igual que un niño no deja de llorar aunque ya no tenga ganas porque le da vergüenza. La cosa se relajó cuando volvió la estrofa. La cantante la cantó normalmente, con el micrófono; el público respiró, etcétera, y ella se iba agachando, de modo que cuando volvió el estribillo estaba prácticamente arrodillada, como una diva entregada al público que a su vez está entregado a ella, una cosa así, sólo que continuaba la sensación de torpeza. Volvía el estribillo. ¿Qué hacer? No ofrecer el micrófono al público esta vez habría sido muy violento ("no valéis para napolitanos, impostores"), pero hacerlo por segunda vez y que el resultado fuera el mismo que la primera, ya habría resultado insoportable. Pues Consiglia Licciardi, no sé por qué, alargó el brazo y nos acercó el micrófono. De rodillas. Hubo unos tímidos intentos de acompañar con palmas, algo horrible. Pero esa mujer de voz extraordinaria consiguió una cosa dificilísima. La situación se repitió tal cual y el estribillo tenía que repetirse tal cual, pero no sé cómo se había transformado y quería decir otra cosa. Siguió cantando a pelo, y permitió que apenas se la oyera para que la acompañásemos nosotros, que cantamos todos fatal y por eso no cantamos, y la parte exultante de la canción, a la que se dirige todo el resto, no se oía más que bajísimo de su garganta desgañitada e impotente, y ya no estaba de rodillas como torpemente imitando a una diva, sino que estaba de rodillas por una cosa más alta y más rara, "cantad, cantad", como un sacrificio por la torpeza de nosotros, y entonces estar diciendo "Oje vita, oje vita mia" era un lamento que de verdad se sentía, no una frase de una canción que se tararea. Transformó el verso en una especie de petición auténtica, Oh, vida mía, no puedo cantarte bien y no se me oye aunque me esfuerzo con todo mi ser, y a nosotros nos hizo sus hermanos en no poder cantar, aunque tengamos micrófono.

Entonces, ella cantando, sin que se la oyera, era la encargada de cargar con nuestra impotencia. No sé qué decir, ojalá lo hubiéseis visto. Si uno se esfuerza lo puede explicar mejor, pero yo me voy a la calle, así que tampoco sabré bien lo que pasó.

7 comentarios:

  1. Bien despieces:
    Pues a la misma hora y en el mismo recinto yo asistí a algo muy conmovedor.
    En la Sala Sinfónica del Auditorio oía la interpretación de Davies
    "Orkney wedding, with sunrise", musica ecléctica y muy cinematográfica. Tan pronto estabas en Escocia, como en el medio oeste lleno de Waynes, etc., todo ello interpretado por la orquesta de la BBC (¡si! la del locutor).
    Bueno, al final la gracia de Orkney es que aparece un autentico gaitero (piper) por el patio de butacas perfectamente afinado con la cuerda de la orquesta (estupenda por cierto), con su kilt y su gorro, y todo el uniforme, y ahí se queda tocando un rato, cosa de pocos minutos. En fin las cosas: yo no podía dejar de pensar en esa facturación de gaita, gorro, chorreras, etc... todo para sorprendernos y alegrarnos durante tres minutos.
    Eso si no nos pidió participar.
    Cosas de la globalización en cualquier caso...

    ResponderEliminar
  2. Qué bonito. He visto el programa del concierto al que fuiste. Nunca he oído Orkney wedding, a ver si lo encuentro por aquí (por internet).

    Ah, mira, leo en wikipedia que, cuando se interpreta en público, el solista gaitero tiene que atravesar la sala y llegar hasta el escenario, donde concluye la pieza. Pero no dice nada de cómo tiene que ir vestido.

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué guapa la Magnani!. Gracias exploradorespecies por empujarnos a la nostalgia.
    En cuanto se refiere a su audición, sepa que ese es el mundo en que le ha tocado vivir: ¡La Participación!, ese engendro democrático que deja al individuo tan solo. Fuera de ese barullo no existe otra alternativa que el secuestro para la audición personal, mientras se va rebanando lentamente la pata izquierda de una cerda ibérica adecuadamente curada.
    Usted debería estar pastoreando la crítica de tales eventos donde merezca la pena, quiero decir donde merezca la pela.
    Resista, siempre estuvimos en crisis

    ResponderEliminar
  4. Hola, Anthisio. Está muy guapa la Magnani, sí.

    Si no queda más opción que el secuestro para audición privada, se puede considerar afortunado el que prefiera a cantantes solistas que a orfeones.


    Gracias por sus animosas palabras. Yo claro que resisto.

    ResponderEliminar
  5. Magnífica la Magnani y magnífica crónica.

    Ada

    ResponderEliminar
  6. Oye, Ada, muchas gracias, pero mucho mejor ella que la crónica.

    ResponderEliminar

Comente.