lunes, 27 de abril de 2009

Husos y costumbres

Es costumbre entre mucha gente leer por la noche en la cama el periódico del día que ha acabado ya. Yo misma anoche estaba leyendo unos artículos de Larra, y en el titulado El castellano viejo encuentro el siguiente diálogo:

-(...) estás convidado.

-¿A qué?


-A comer conmigo.


Aquí viene una parte en que Larra se resiste, porque el tipo con el que se ha encontrado y le está invitando a comer es un pelma. Pero después del inútil forcejeo verbal sigue la cosa:

-No es eso, sino que...

-Pues si no es eso -me interrumpe-, te espero a las dos: en casa se come a la española; temprano.


Esta última es la frase que me hizo levantar las cejas mientras leía. Dice el plasta:

*En casa se come a las dos

*En casa se come a la española

*En casa se come temprano

Para el despiece de hoy obviaremos el posible cambio de hábitos horarios que pueda haberse producido en España en los 175 años que separan la supuesta pero en cualquier caso verosímil pronunciación de esas palabras y mi lectura de las mismas. Sería lo único que ha cambiado entre el país descrito por Larra y el que respiramos nosotros hoy día, mire usté qué casualidad. En todo caso da igual; la frase del plasta se basta a sí misma para su inconsistencia, no necesita que comparemos cronologías.

Entonces:

En casa se come a las dos, dice él, y nosotros no tenemos por qué dudar de ello.

En casa se come a la española, dice él, y nosotros pensamos que a lo mejor en España en 1830 lo habitual era comer a las dos de la tarde. Cuando dice se come a la española descartamos que se esté refiriendo a cualquier cosa que no sea la hora de la comida, porque para eso la aclaración viene entre dos marcas temporales ("te espero a las dos" y "se come temprano"). Hoy en día, "comer a la española" es comer tardísimo, porque en cualquier país comen antes que nosotros, pero quizá entonces no era así. Quizá entonces "comer a la española" es, como aclara el propio anfitrión, comer temprano. Y con esta aclaración, que pretendía apuntalar la frase, el que la pronuncia sólo consigue desbaratar todo el sentido, como se verá ahora:

Si comer a las dos es comer a la española, y comer a la española es comer temprano, significa que comer a las dos se tiene por comer temprano. Y si comer temprano es comer a las dos (cuando en cualquier otro país se come entre las doce y media y las dos menos cuarto), comer a una hora ni temprana ni tardía es comer a las tres menos cuarto, que por cierto es tardísimo en cualquier otro país. Con lo cual, el juicio de valor ("temprano", "tarde") con que se ha querido describir la tempranez con que se come en España no hace sino desvelar lo tarde que comen en realidad los españoles, que no contentos con considerar que comer a las dos es comer pronto, se jactan de que su país se caracteriza, precisamente, por lo pronto que se come en él.

7 comentarios:

  1. Fedro hace horas extra28 de abril de 2009, 0:59

    Cuando éramos pequeños y saltábamos/jugábamos a la comba había una canción/juego. El que tenía la cuerda en su poder saltaba al tiempo que proponía, y el que entraba preguntaba para concretar:
    - Te convido.
    - ¿A qué?
    - A pan y a vino.
    - ¿A qué hora?
    - A las [y aquí se decía un número y ambos jugadores tenían que aguantar saltando esa cantidad de veces, el uno frente al otro, casi pegados para no perder]

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  2. Recuerdo el juego, cuando la hora extra se dedicaba a saltar, pero en mi caso era más cortante, por menos cantidad de sílabas:

    -Te invito
    -¿A qué?
    -¿A café?
    -¿A qué hora?

    Y si no se contestaba "A las tres" siempre raspaba un poco, y era porque sólo "a las tres" rimaba con dos de las preguntas.

    Pero los niños no toman ni café ni vino.

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  3. Siento ser un plasta. Comí a las 13:45 y no pude evitar sentirme atraído por una encuesta ya muerta. ¡Arriba el John Wesley Harding!

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  4. Nada plasta: más bien es usted un europeo en cuanto a horarios y un excéntrico en cuanto a gustos, porque John Wesley Harding sólo había tenido un voto. A mí también me encanta.

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  5. Me encantan estas disquisiciones tan rocambolescas y beckettianas. Creo que hay alguna clase de relación entre tu post y esto:
    (¿Cómo?, dije. Usted se llama Molloy, dijo el comisario. Sí, dije, acabo de acordarme. ¿Y su mamá?, dijo el comisario. Yo no comprendía. ¿También se llama Molloy?, dijo el comisario. ¿Se llama Molloy?, dije yo. Sí, dijo el comisario. Yo reflexioné. Su mamá de usted, dijo el comisario, se llama… ¡Déjeme reflexionar!, grité […] ¿Mi mamá se llamaba Molloy? Sin duda. Sí, también debe llamarse Molloy, dije.)

    :)

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  6. La verdad es que no me importaría pasarme el día entre rocambolescas disquisiciones beckettians, con diálogos como ese.

    Lo digo como si luego fuera a añadir "en lugar de pasármelo en una gris oficina llenándome los manguitos de tinta, entre mis compañeros de trabajo que jamás sospecharán nada de mis rocambolescas inquietudes".

    Pero no tengo esa coartada.

    :)

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