jueves, 29 de mayo de 2008

Carlos y sus hermanos


La editorial Backlist acaba de reeditar Baudelaire, de César González-Ruano. En la portada sale el retrato que del primero de estos dos desvencijaos hizo Emile Deroy: un joven delgadillo apoya la cabeza en la mano izquierda (signo de melancolía según Robert Burton), y su actitud es diríamos chulescamente tranquila menos por la tensión de la mano derecha, que parece a punto de salir corriendo anywhere out of this world. O que parece estar conteniendo los deseos de estrangularte, burgués asqueroso.


Yo encontré la edición de Austral hace exactamente un mes y la compré conmocionada y cuidadosa como si la transacción estuviera teniendo lugar fuera de este mundo, en el que es muy difícil encontrar libros de González-Ruano, y más a ese precio. El dueño anterior no había escrito su nombre, sólo, con letra muy pulcra y subrayado con regla,


State College. Pennsylvania
Delta Upsilon House.
Diciembre, 1958


Como me quedé muy emocionada por el hallazgo, lo que me he ahorrado en la nueva edición debería gastármelo en llevar una botella de coñac a la tumba de González-Ruano, del mismo modo que todos los años desde hace sesenta, en el aniversario de su muerte, alguien deja una, con tres rosas, en la tumba de Edgar Poe, otro hermano de Baudelaire.

González-Ruano dedica el libro


A la memoria de Juana Duval y
de todas las grandes musas bestiales
y profundas, que dieron de beber agua de sueño a los
grandes desvencijados

3 comentarios:

  1. Esa mano en tensión de Baudelaire es gemela de la suya Especies.
    Su tensión ¿a que es debida?
    ¿saldrá corriendo...?
    ¿ganas de estrangular...?

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  2. ¿Empuñaré el gollete de una botella?

    Saldré corriendo y deseo estrangular.

    Ha suscitado usted en mí algo tan agradecido y cálido...

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  3. Veo una especie de simetría invertida entre la relación de Baudelaire con su Venus Negra y Nicolas Cage con su Holy Whore.

    By the way, en la primera entrada sobre tu poe-mario pensé inicialmente colgar el momento de la lactancia etílica en la piscina (mi escena favorita de LEAVING LAS VEGAS) pero salían toda clase de vetos y cortapisas y no hubo manera. Bueno, la escena de la zurra en el bar tampoco está mal.

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