miércoles, 2 de julio de 2008
Corrientes literarios, Amazonas literarios y otros ríos literarios
¡Se ve'l seso!; para, Paca, ah, mira lo tímido o dimito: la rima acapara poses leves.
Hoy tenemos a dos escritores, que se suelen pedir opinión el uno al otro. La escritora Francisca, a juicio de su amigo demasiado tentada por lo académico, está leyendo su última composición. Su compañero la detiene. Se queja de que se ve el truco, de que la técnica no está lo suficientemente oculta. Amenaza a Francisca con no volver a expresar su opinión sobre las obras de ella, si no se esfuerza en tratar el detalle y lo sutil como se merecen. ¡Hombre, es que se lo ha dicho veinte veces: es que esa palabra que no es la palabra que es la palabra, también hay que encontrarla y exacta!
Francisca escribe en pictogramas, por eso usa pincel para sus sonetos.
(La cursiva es de Juan Ramón Jiménez)
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Hoy nos propone usted tres motivos de alborozo a los que amamos las palabras:
ResponderEliminar1) La búsqueda de palíndromos inverosímiles de tan arduos. Tiene usted un talento inigualable para poner las palabras ante un espejo. Es como si toda la magia combinatoria del alfabeto estuviese girando dentro de su cabeza, como las estrellas están girando en el cielo, sin que los pobres mortales nos demos cuenta. Pero tenga cuidado, porque de tanto mirarse en el espejo las palabras también pueden languidecer, como Narciso.
2) Una reflexión sobre los peligros del academicismo. O del oficio literario. Yo diría que el escritor que se lo afea a Francisca áctúa un tanto cruelmente. En toda escritura literaria hay tres etapas de progresión natural: lo morboso no sería ir pasando por cada una de estas etapas, sino quedarse estancado en una de ellas (como la vieja que se maquilla de modo estridente, para seguir pareciendo joven). En una primera etapa, triunfa la espontaneidad, la osadía: el escritor se cree tan original (tan mesiánico, en realidad), que piensa que le basta con su talento natural: un talento silvestre, intrépido, desbocado. La segunda etapa, la del academicismo, coincide con el inicio de la madurez del escritor: se descubre que la escritura tiene unas leyes retóricas de exacto cumplimiento; y el escritor se somete a ellas, incluso se regodea un poco manieristamente en su cumplimiento, que es a fin de cuentas regodeo en el oficio adquirido. En la tercera etapa (aquí sólo llegan los más grandes), el escritor ha alcanzado la madurez: conoce la retórica literaria, pero se OLVIDA de ella; tanto, que hasta parece que la infringe. Y, en efecto, a veces la infringe, pero no por chulería genialoide como al principio, sino por pura y sencilla humildad, por desprendimiento, por olvido de la preceptiva, que es la forma suprema de cortesía en el escritor. Aquí el escritor es como Jesús lavando los pies a sus discípulos en el Cenáculo; pero para llegar a ese acto de suprema humildad hace faltar pasar por los dos primeros estadios. Así que yo creo que con Francisca hay que tener un poco de paciencia, nada más, y esperar que cuaje. O tratar con benevolencia de que no se estanque en el academicismo.
3) La búsqueda de la palabra exacta. ¿Llegamos alguna vez a encontrarla? Y, si es que llegamos a encontrarla, ¿cómo sabemos que nos pertenece? ¿Quién nos dice que su sutileza no es de otro, que la dejó escrita en otro sitio antes de que a nosotros se nos ocurriera? A lo mejor, al ir a tomarla, escuchamos a alguien que nos dice a nuestras espaldas, como Ruano en su artículo: "¡Ese durito es mío!".
"Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos", dijo Borges.
Usted escribe sobre cosas que ya han sido escritas mil veces, pero lo hace siempre con ojos nuevos. Escudriña tanto, y es tan clarividente, que acabarán saliéndole patas de gallo en las comisuras de los párpados. Muchas gracias.
Muchas gracias especies y commendatore.
ResponderEliminarDesde la grada disfruto de los comentarios de los que están en etapas diferentes de "los que aman las palabras", que no son muy diferentes de los que aman las artes plásticas, la música o la vida.
Tengo que reconocer que a este "alborozo" contribuye también el "embozo" que da el anónimo del blog.
Muchas gracias
"Es propio del arte ocultar el arte" (Horacio, citado por Borges en "Diálogos de Borges y Sabato").
ResponderEliminarTunante se ha quitado la vida. Quería demasiado a sus amigos y a la propia y bella existencia, para enturbiar a unos y a otra con su vana palabrería.
ResponderEliminarNo recen por él, sólo ténganlo en cuenta.
Pero, Tunante, ¿qué dices? Me da mucha angustia.
ResponderEliminarSaludos al embozado. No sé si mira desde la grada o a través de la mirilla.
ResponderEliminarOtis, nunca desbarras con tus comentarios.
Commendatore, muchas gracias. Por cieto, Ruano no dice "durito", sino "monedita".
Y, sin embargo, Otis, lo cierto es que si tuviera que nombrar a un escritor que no ocultaba su arte, diría: Borges. Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo.
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