miércoles, 30 de julio de 2008

Roberto Tumbas

Robert Graves ya harto de Acireale. A la Agnès señala El Aeri: “Caed otra”. Ah, y se va RG. Trevor.

Esto sí que es un auténtico despiece biográfico. Hoy tenemos el placer de divulgar el contenido del misterioso telegrama aparecido hace pocos meses en un volumen de Biographical memoirs of extraordinary painters, de William Beckford, rescatado de una biblioteca pública en Surrey. Para los fanáticos de los detalles proporcionamos el dato de que estaba entre las páginas dedicadas a Sucrewasser. Hemos quitado los stops entre frase y frase para facilitar la lectura.

Estas pocas palabras vienen a arrojar nueva luz sobre el poeta Robert Graves. Suficiente documentación sobre su estancia en diversas islas la proporciona él mismo en sus libros. En Adiós a todo eso nos habla de la Gran Bretaña y de su estancia en la Isla de Wight. En sus cuentos podemos encontrar interesantes o emocionantes detalles sobre Mallorca. Pero de una eventual estancia en Sicilia no se sabía nada. Hasta ahora.

Un tal Trevor informa de que, de los por lo menos dos Robertos que viajan con él, el apellidado Graves ha decidido abandonar Acireale. ¿Cuáles son los motivos? Trevor, aun acosado por la concisión que es la principal característica telegramática, se molesta en mencionar dos figuras que pueden aclarar algo: Agnès y El Aeri. Todo amante de la poesía inglesa reconoce en ese nombre un poema de John Keats. Robert Graves ve corporeizada a la Santa Inés de Keats y en su ensoñación también aparece como real el teleférico que lleva hasta el santuario más importante de Cataluña, región que Graves conocía debido a la cercanía e influencia sobre las Baleares. Estamos pues ante un tema de enorme interés para Graves: la poesía, la Diosa Blanca, una virgen negra.





Todo es bello e informativo para el observador atento. Este telegrama nos permite sospechar que Robert Graves también conocía Extremadura, donde es habitual oír que dicen caer por dejar caer. No es raro que un escritor que aprende otro idioma se entusiasme por las variedades regionales y se esfuerce en utilizarlas él mismo. Y a la poesía y a la divinidad les dice que se arreglen entre ellas, quizá un poco desabridamente, porque efectivamente Acireale le debió de agotar mucho.

Después de informar sobre los motivos de la espantada de Graves, Trevor se acuerda de informar sobre su próximo destino. Pero considera que ya ha escrito muchas palabras y que debe ahorrar, y por eso es tan lacónico cuando explica que Robert Graves deja Acireale para probar suerte en Ragusa. Firmado: Trevor.


martes, 29 de julio de 2008

...ask what you can do for your planet

Verdaderos benefactores de la humanidad considero al sello Brilliant y a la editorial Dover. Por cinco euros uno puede leer La balada del viejo marinero mientras oye unos madrigales de Gesualdo de Venosa, en el supuesto caso de que uno aguante semejante mezcla.

viernes, 25 de julio de 2008

Escenas matritenses

Esto lo he presenciado hoy: Un pakistaní está vendiendo abanicos por la calle, igual que cuando llueve venden paraguas plegables. Han pasado dos señoras como de setenta años y como el vendedor ambulante le ha ofrecido su mercancía,

Señora 1: (Al vendedor pakistaní) ¡Si soy española! (Al mundo) ¿Qué abanico! (A su amiga) ¡Estoy harta!

jueves, 24 de julio de 2008

Cuando viajes en torpedero, que no te...

He visto que hoy hace ochenta años que China adoptó el sistema métrico decimal, y como es verano y empieza un puente y mucha gente se echa a la carretera aquí va una frase del poeta chino Lin Yutang:

Un buen viajero es el que no sabe a dónde va. El viajero perfecto no sabe de dónde viene.




Y como todo mensaje tiene que tener dos asas, también copio una recomendación de Juan Filloy, el emperador de los palíndromos:

Cuando usted viaje, deje su vida en casa, en su pueblo, en su ciudad. Es un artefacto inútil. No la exhiba a nadie.


(Nosotros vamos más lejos, o no nos movemos ni un milímetro, y recomendamos no exhibirla en ningún caso.)

lunes, 21 de julio de 2008

Cortesía de barrio

Cuando tenía veinte años o veintidós encontré, durante un paseo con una amiga, un contenedor con libros y revistas que habían pertenecido a un médico medio famoso, recién muerto. Me quedé alguno de los libros, porque me interesaban y porque me daba pena dejarlos ahí, pues había visto al muerto en un par de ocasiones y me caía muy bien. Había otros buitres revoloteando sobre el botín, asomados al contenedor. Un hombre dijo que en el fondo del contenedor había un klimt. ¿Cómo dice! Al final reconoció que se trataba de un póster, y no hubo que vaciar el contenedor entero para encontrar una reproducción sucia e irse a casa decepcionados.
No sé de qué manera, aparte de los libros de Bergamín y de Edgar Neville con que me hice yo, me tuve que hacer cargo también de un álbum y unas cajitas de diapositivas que creo sólo miré una vez. Eran fotos de tumores, asquerosas, pero las he ido conservando en mis mudanzas porque me daba no sé qué deshacerme de ellas, tan verosímilmente enfermizas.
Esta tarde las he tirado a la basura, porque estaba haciendo orden y a estas alturas de la superstición yo ya no sé cuál es un buen augurio y cuál uno malo. Luego me he ido a hacer la compra. Es la primera semana de octubre y ha empezado lloviendo. Vuelvo con un par de bolsas y a la puerta del bar donde suelo desayunar está un camarero al que le he pedido que me guarde varias cajas para meter libros o cosas, porque si me he decidido a tirar las diapositivas tétricas es porque tengo intención de mudarme de casa en cuanto pueda. Me dice que me ha guardado las cajas y yo le digo que las recojo en ese momento y me las subo, aunque ya no me vienen tan bien porque en el trabajo que acabo de empezar me han dicho esta mañana cuánto me van a pagar, y es menos de lo que yo creía, y a lo mejor no me llega para irme de casa.
Una vez he llegado a mi portal me he acercado a la puerta lo suficiente para sujetar las cajas en vilo con la cadera, contra la puerta. Como había llovido el suelo estaba mojado. No quería que se mojara el cartón. Pero las bolsas las he dejado en el suelo y así podía buscar con escasa comodidad pero cierta esperanza las llaves en el bolso.
Entonces se detiene a mi lado un mendigo que venía por la izquierda arrastrando un carrito. Perdone, me dice, y abre con curiosidad la tapa del cubo de la basura y nada más meter la mano supongo que se lleva una sorpresa porque nota unos contornos de su interés. Me espanta la idea de que las fotos de unos enfermos de los años sesenta acaben bajo la lluvia desperdigadas, porque sé por experiencia que de ese álbum acaba uno por deshacerse tarde o temprano, y yo al menos no llevo la casa a cuestas. Debo actuar. Eso lo he tirado yo, le advierto, y no se lo recomiendo. Es un álbum de fotos de un médico. Es una siniestrez.
Ah, en ese caso
…, me dice, y cierra la tapa del cubo y sigue por mi derecha, y yo ya entro en casa porque ya he encontrado las llaves, que estaban en el bolsillo del pantalón y no en el bolso. Tenemos que ayudarnos unos a otros.

lunes, 14 de julio de 2008

La doma de la bastilla

Nosotros, que somos europeos, amamos por persona interpuesta

Cuando oigo el nombre de Archer Milton Huntington echo mano al pañuelo, o a la manga de la camisa si el día toca mísero y el bolsillo desfondao. Húbote aquí un anglosajón que se solucionó la adolescencia pensando en España y Portugal, y con el dinero que le quedó tras los viajes levantó en Nueva York la Hispanic Society. Podía habérselo gastado en cócteles, pero se lo gastó en encargarle a Sorolla el apuntalamiento de un país que seguramente no existía ni existe, como todo lo demás. Gracias a Huntington y a Jorge Bonsor se empezó a excavar en la provincia de Sevilla, y aunque no tengo ni idea de si es más respetuoso con el pasado utilizar como botijo las ánforas romanas que encontramos al arar o al darle una patada a una piedra al acordarnos de algo que hemos hecho mal, o entregarlas al museo del pueblo para que les pongan una cartela, no puede dejar de emocionarme el entusiasmo y el cuidado con que imagino acompañaron el hallazgo y transporte hasta Ellis Island de todas las piezas que iban apareciendo en Carmona y en los otros pueblos, mientras las cigarreras se dedicaban a posar para la Visión de España.



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Luego vino este:




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miércoles, 9 de julio de 2008

Los osos ominosos

El verano pasado tuve que entrar en uno de los pabellones del recinto ferial que hay en el parque Juan Carlos I. Para llegar al fondo recorres una especie de pasillo abierto, que en cierto momento desemboca en una placita, para luego seguir como pasillo. Me quedé aterrorizada cuando llegué a ella. En el centro había una especie de oso de plástico rojo, como de cinco metros de altura. Digo un oso, pero la verdad es que se parecía más a un ratón. El oso ese estaba de pie, con los brazos (porque no son patas delanteras) pegados al cuerpo, y sonriendo como un zombie. Rodean la glorieta unas hornacinas, y en cada una de ellas había un oso igual, más pequeño, como la guardia ursiana del tótem maligno. Cuando entré en aquel recinto pavoroso sentí lo mismo que debe de sentir un aventurero cuando se asoma entre unos árboles en la jungla y contempla desde su escondite los ritos de una civilización aislada. Ahí se está dando un culto incomprensible y que, llegado el caso, no tendrá ninguna piedad por nosotros. ¿Qué hacían ahí esos osos adorando a un oso más grande? Los osos idólatras eran de alegres colores parchís, porque como es sabido bastan unas pinceladas de color para inundar de alegría el escenario más truculento.


Me pareció una señal de la clásica inconsciencia de las autoridades, que en este caso al habitual criterio errático habían añadido la imprudencia a la hora de elegir los adornos urbanos.





Pero hete aquí que nos volvemos a encontrar con Cthulhu en la puerta del Hotel Palace. A tres metros de la entrada, interrumpiendo el paso de una manera que sólo se le permitiría a un amo, hay desde hace meses uno de esos osos fascistas, que no se sabe qué tienen que ver con nada de este mundo y que provocan en quien los mira un desasosiego atroz. Esta vez el ejército va de dorado. Tienen al jefe en la puerta, pero es que en la cubierta, cada tantos metros, están apostados otros osos dorados que vigilan las calles de Madrid, donde ya han entrado.



sábado, 5 de julio de 2008

Los artistas y los agricultores deben animarse entre sí




Me manda J.P.V. un muy bello palíndromo de su cosecha que doy hoy a conocer.


¡Rodad, Antonin! ¡Árelos, Artaud! Rayé la rara ley ardua tras oler a ninot nadador.



Preparándose para rodar Un perro andaluz, Salvador Dalí (o Ávida Dollars, que no todo van a ser palíndromos) anima a un dubitativo Antonin Artaud a seguir adelante con su plan de rodar La concha y el reverendo. "¡Rodad, Antonin!", le dice, pero al ver que el poeta le mira con ojos atravesados se asusta y deja de tutearle. Sin embargo le insiste en que debe continuar su ataque a los biempensantes. Comoquiera que Antonin Artaud sigue sin parecerle muy convencido, Dalí se decide a exponer su propio caso: él mismo se ha sobrepuesto tanto a los lugares comunes como a la resistencia del mundo al triunfo del individuo, y al otro lado de su esfuerzo por roturar a su modo el camino ha entrevisto su estimulante destino en la imagen de un muñeco bufo escapado de las llamas que flota en las orillas occidentales de la madre de todos los mediterráneos.

jueves, 3 de julio de 2008

¿Cuántos cabellos tiene un hombre en la cabeza?

En homenaje a Simone Ortega, autora del libro más vendido en España después de la Biblia y el Quijote, el Ministerio de Cultura ha programado unas sesiones a la manera de la que se celebra cada 23 de abril en el Círculo de Bellas Artes, con lectura continuada del Quijote, etcétera. En este caso el Ministerio va a reproducir en sus cocinas todos los menús sugeridos al final de 1080 recetas, que se servirán en las cantinas de los distintos ministerios a partir del próximo lunes. A los que encuentren un pelo de César Antonio Molina en los garbanzos se les concederán dos moscosos más.



Simone Ortega fue la mujer de José Ortega Spottorno, del que sólo he leído unos cuentos que me gustaron mucho. Se titulan Relatos en espiral, en los que "narra las reacciones de diferentes personajes ante situaciones vitales similares, aunque lejanas en tiempo y lugar", según leo en la contraportada. Están divididos en:


-Los que renuncian a vivir (Larra, Sócrates, Antonio da Silva y Amaral).

-Los descubridores no están solos (Gonzalo Jiménez de Quesada, Ramón y Cajal, Isaac Peral).

-La prole de Caín (Caín, Alonso e Illán de Aledo, Jacobo y Juan Bernouilli).

-Soledades (una tal Doña Andrea, un tal Adán, una conocida como la menora).

-Escribir al alimón (los Goncourt, los Quintero).

-El ocaso de los dioses (Napoleón, el marqués de Salamanca).

Los suegros de Simone Ortega.

miércoles, 2 de julio de 2008

Corrientes literarios, Amazonas literarios y otros ríos literarios


¡Se ve'l seso!; para, Paca, ah, mira lo tímido o dimito: la rima acapara poses leves.

Hoy tenemos a dos escritores, que se suelen pedir opinión el uno al otro. La escritora Francisca, a juicio de su amigo demasiado tentada por lo académico, está leyendo su última composición. Su compañero la detiene. Se queja de que se ve el truco, de que la técnica no está lo suficientemente oculta. Amenaza a Francisca con no volver a expresar su opinión sobre las obras de ella, si no se esfuerza en tratar el detalle y lo sutil como se merecen. ¡Hombre, es que se lo ha dicho veinte veces: es que esa palabra que no es la palabra que es la palabra, también hay que encontrarla y exacta!



Francisca escribe en pictogramas, por eso usa pincel para sus sonetos.


(La cursiva es de Juan Ramón Jiménez)